Mucho tenian que cambiar las cosas para que el temido desdenso no se consumase tan rápido como aquel añorado regreso a primera. Y vaya si han cambiado. Cuando la
nave pucelana,
a la deriva, parecía abocada a estrellarse en las llamas del infiermo, los de Clemente tiraron de orgullo y mostraron al abarrotado feudo vallisoletano que todavía existe un hilo de esperanza, un pequeño camino hacia la ansiada y épica salvación.
En otros tiempos, la alineación expuesta por el de Barakaldo habría sido tildada de
cerrojazo, de
amarrategui, una formación indigna para un equipo sin gol y en busca puntos desesperadamente. Pero lo cierto es que -y a los datos me remito-
Clemente parece haber encontrado el planteamiento adecuado a las características y necesidades del cuadro blanquivioleta. Y ayer lo volvió a demostrar. Con una defensa de cinco hombres, y Baraja actuando de centrocampista (segundo partido consecutivo), el Real Valladolid
maniató a los sevillanos, que solo supieron desprenderse de la soga pucelana en el último cuarto de hora.
Del Horno y Barragán se encargaron de frenar a Jesus Navas que, siendo el jugador que mas centros hace de la Liga, ayer apenas se le recuerdan internadas por la banda. Sereno y un
espectacular Nivaldo borraron del partido a un auténtico depredador, de los que solían hacer daño a la zaga pucelana, como Luis Fabiano. Tampoco tuvieron piedad de Negredo. Borja recuperó, creó y volvió a derrochar las ganas impropias de un jugador que sabe que le restan dos partidos ante la afición blanquivioleta antes de embarcarse en una nueva etapa rumbo a Getafe. ¿Y arriba? Aquí es donde llegó la mayor sorpresa de la temporada. No es novedad que Diego Costa, la gran referencia ofensiva del Real Valladolid,
adelantase a su ekipo tras un
remate de cabeza a saque de falta (min 41). Y eso que el brasileño parecía haberse olvidado de lo que era perforar la red rival. Minutos antes, el propio delantero y Nauzet ya se encargaron de mandar al limbo deos claras ocasiones. Más sorprendente fue ver la, al menos momentánea, resurección del
defenestrado por la afición blanquivioleta
Manucho. El angoleño convirtió la sonora pitada que recibió en el encuentro frente al Villareal, por aplausos y vítores de sus seguidores. El 9 blanquivioleta derrocho ganas, presión y energía como nunca. Volvió a ser ese tanque que ganaba todo esferico colgado rumbo a la delantera y obtuvo el premio del gol en el minuto 53,
tras batir a Palop despues de una gran asistencia de Costa, que instantes después desperdició dos claros manos a manos frente al internacional español.
Parecía la sentencia de un
Valladolid dominador absoluto del partido, percutiendo el area rival a base de balones en largo una y otra vez. Jugar al pelotazo lo llamarían algunos...pero a diferencia del resto de la temporada, con Javier Clemente se hace con criterio.
Sin embargo, las casi
20.000 almas pucelanas que ayer asistieron al encuentro, volvieron a vivir en sus carnes esa sensación de agobio y sufrimiento propios de los que ven como un partido que tenia que haberse sentenciado, podía tornarse en una nueva pesadilla. El
canterano sevillista
Cala, hoy novedad en la alineación de Álvarez, se encargó de recortar distancias gracias a un soberbio
golazo desde fuera del area a falta de 10 minutos para el final. Los nervios y el cansancio comenzaron a apoderarse del equipo de Pucela. Jacobo salvava a los suyos con dos
pies providenciales a remate de Navas y Luis Fabiano. El Valladolid iba a terminar el partido encerrado en su área y sufiendo el acoso sevillista. Tras unos minutos de añadido adornados por una atronadora bronca a las ganas del colegiado por
alargar el sufrimiento vallisoletano, llegó el estallido final, el pitido con el que el Real Valladolid sumó una agónica victoria y su
segundo partido
consecutivo sin conocer la derrota. ¡Bendito sufrimiento!
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